Hoy, 31 de octubre de 2014 he recibido una visita
inesperada. Apenas había salido el sol cuando escuché el timbre de mi puerta. Como
cada mañana, estaba intentando escribir la que esperaba fuera la próxima novela
de moda, quizás algo presuntuoso teniendo en cuanta que eso mismo pensé antes
de acabar las ocho que se esconden en el cajón de la mesita y de las que ninguna
editorial quiso saber nada.
De forma insistente volvieron a llamar.
—Voy, Voy —grité.
No me dio tiempo a llegar a la puerta, frente a mí una muchacha
me sonreía.
—Perdona, estaba abierta y como no venías…
Qué raro, jamás me iba a dormir sin cerrar bien y sin
comprobar que la cadena de seguridad estuviera puesta. Aquella mujer tenía un
aspecto extraño y no sé porque, quedé como hipnotizado.
—Sí, soy yo—escuché que me decía, aunque no viera como movía
los labios.
Había oído muchas veces una leyenda en la que, a cambio de
ciertos favores, las personas vendían su alma al diablo. Yo mismo, después de
leer el último email rechazando mis novelas, lo había pensado. Algo en mi
interior me decía que aquella joven era el mismísimo Lucifer disfrazado. Quizá era
mi oportunidad, tenerlo frente a mí y ser más listo que él, siempre he creído
que sería capaz.
Como podréis imaginar, tuve que firmar una especie de
contrato. Lo leí varias veces, era algo muy sencillo, dos únicas líneas en
donde nada decía de tener que venderle mi alma:
Yo, Emma O. me
comprometo a presentar los manuscritos a las editoriales, conseguir que las
novelas sean un éxito y su autor reconocido en todo el mundo.
Por supuesto que firmé, soñando ya con aquel momento.
Han pasado dos años desde aquel día, he dejado de escribir desde
entonces pensando que ya no era necesario. Os preguntareis que fue de aquella
muchacha. Estoy seguro que la habéis visto más de una vez en la tele. Esta
misma semana ha presentado su cuarta novela que seguro será un éxito mayor a
las anteriores.
No he podido evitar comprar sus libros, esos que un día
descansaron en mi mesita y recordar aquella estúpida leyenda. Le entregué toda
la capacidad de trabajo y sacrificio que realmente me hacían falta. Opté por el
camino fácil cuando, después de escribir ocho novelas, ya debería saber que eso no
existe.
He decidido contar mi historia, aunque sé que creerán antes
a la gran autora que a mí. Sólo espero que de esta manera la gente abra los
ojos y nadie más vuelva a vender su alma... a ningún hombre o diablo.
Jesús Cernuda.